Viernes, 2 de diciembre del 2016 - 13:15
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Tras ver tantas veces el calificativo de 'limpiaculos'
que nos dan a los Técnicos en Atención Sociosanitaria (TASS), creo
oportuno aclarar qué somos y qué hacemos, además de limpiar culos.
En mis prácticas como TASS, había días llenos de pena
ajena en los que yo colaboraba con orgullo para hacerlos más llevaderos. No
solamente limpiamos culos, es cuidar a personas durante 8 horas seguidas, es
decir en voz baja a muchos de ellos "guapo" y que te sonrían y
contesten "guapa tú", es cambiar el pañal a una persona que ya no
puede moverse y con eso darle un gran alivio, es ducharlos ya que por sí mismos
ya no pueden, es darles el desayuno, hacerlos reír más de una, dos, tres... las
veces que hagan falta. Porque esas personas no están, pero sienten... y
mucho.
Ser TASS es acompañarlos a su habitación cada media
hora porque se pierden contínuamente, y eso les da paz. Es empatizar con ellos
y sus familias, es consolar a las familias que no ven
salidas ante enfermedades crueles. Pero una caricia en el hombro les ayuda
mucho, y parece una tontería, ¿verdad?
Ser TASS es entrar por la mañana y pasar por todas las
habitaciones con un "¡Buenos diaaaas!" y poco a poco ir
despertándolos como pequeños bebés. Es escuchar,
mil veces si hace falta, la misma historia; es curarlos de sus heridas y de sus
úlceras y aun así te sonríen entre el dolor y te dan las gracias, te dan la
mano y con la mirada te piden que te quedes un rato más con ellos... Y te
quedas sabiendo que eso les hace felices aunque sean cinco minutos.
Ser TASS es cambiar el nombre de la papilla que les
das y llamarla 'café con leche' para que se la quieran tomar y no enfermen, es
cortarles la carne y pelar la fruta o darles el yogur, es volver a criar a un
hijo con la diferencia que ellos ya no lo recordarán después y no podrán
aprender nada de lo que han visto y les has dicho.
Estar con ellos y ayudarlos a seguir hasta que el
camino se acaba, no tiene precio. Yo le cambiaba el pañal a mis hijos, les daba
la papilla, les ponía su pomada, les curaba las heridas y les ayudaba a crecer.
A ellos les cambio el pañal, les doy la papilla, les pongo
sus pomadas y les ayudo a seguir viviendo.
Gracias a todas esas auxiliares por lo
que me han enseñado y por cómo me han ayudado. Y gracias por ese gran
trabajo que tenéis la suerte de realizar.
Mireia Manrique
Barcelona
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