martes, 6 de diciembre de 2016

Entre todos elPeriodico





Viernes, 2 de diciembre del 2016 - 13:15 h
Tras ver tantas veces el calificativo de 'limpiaculos' que nos dan a los Técnicos en Atención Sociosanitaria (TASS), creo oportuno aclarar qué somos y qué hacemos, además de limpiar culos.
En mis prácticas como TASS, había días llenos de pena ajena en los que yo colaboraba con orgullo para hacerlos más llevaderos. No solamente limpiamos culos, es cuidar a personas durante 8 horas seguidas, es decir en voz baja a muchos de ellos "guapo" y que te sonrían y contesten "guapa tú", es cambiar el pañal a una persona que ya no puede moverse y con eso darle un gran alivio, es ducharlos ya que por sí mismos ya no pueden, es darles el desayuno, hacerlos reír más de una, dos, tres... las veces que hagan falta. Porque esas personas no están, pero sienten... y mucho.
Ser TASS es acompañarlos a su habitación cada media hora porque se pierden contínuamente, y eso les da paz. Es empatizar con ellos y sus familias, es consolar a las familias que no ven salidas ante enfermedades crueles. Pero una caricia en el hombro les ayuda mucho, y parece una tontería, ¿verdad?
Ser TASS es entrar por la mañana y pasar por todas las habitaciones con un "¡Buenos diaaaas!" y poco a poco ir despertándolos como pequeños bebés. Es escuchar, mil veces si hace falta, la misma historia; es curarlos de sus heridas y de sus úlceras y aun así te sonríen entre el dolor y te dan las gracias, te dan la mano y con la mirada te piden que te quedes un rato más con ellos... Y te quedas sabiendo que eso les hace felices aunque sean cinco minutos.
Ser TASS es cambiar el nombre de la papilla que les das y llamarla 'café con leche' para que se la quieran tomar y no enfermen, es cortarles la carne y pelar la fruta o darles el yogur, es volver a criar a un hijo con la diferencia que ellos ya no lo recordarán después y no podrán aprender nada de lo que han visto y les has dicho.
Estar con ellos y ayudarlos a seguir hasta que el camino se acaba, no tiene precio. Yo le cambiaba el pañal a mis hijos, les daba la papilla, les ponía su pomada, les curaba las heridas y les ayudaba a crecer. A ellos les cambio el pañal, les doy la papilla, les pongo sus pomadas y les ayudo a seguir viviendo.
Gracias a todas esas auxiliares por lo que me han enseñado y por cómo me han ayudado. Y gracias por ese gran trabajo que tenéis la suerte de realizar.

Mireia Manrique 
Barcelona

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